Madrigal de las Altas Torres, donde la reina que cambió la historia aprendió a ser princesa
Es el lugar que vio nacer a la reina Isabel la Católica y a tan solo 20 minutos de coche de Medina del Campo, el lugar que eligió para morir
En Madrigal, nos reciben los restos de una muralla medieval de estilo mudéjar, con una superficie similar a la de Ávila, que llegó a tener cien imponentes torres que le valieron el sobrenombre de “Altas Torres”, con cuatro puertas orientadas a los cuatro puntos cardinales y que nos hablan de sus momentos de esplendor, aunque en muchos puntos el tiempo haya hecho estragos y las haya echado por tierra, como ya describió don Miguel de Unamuno:
“Ruinas perdidas en campo
que lecho de mar fue antes de hombres,
tus cubos mordieron el polvo,
Madrigal de las Altas Torres.
Tú la cuna de Isabel, tumba
de don Juan,…”
Del antiguo castillo que tuvo la localidad, no quedan más restos que los utilizados, según dicen, para construir la Iglesia del Castillo, en cuyo interior podemos ver todavía el pozo que se supone que era el que les suministraba el agua que consumían.
Traspasada la muralla que ha sobrevivido, recorrer las calles de este lugar tan pequeño que asombra su profusión de casas blasonadas, memoria viva de su importancia pasada, y entrar en este palacio donado por Carlos V a las monjas agustinas y en el que ahora habitan 16 monjas de clausura, es adentrarse de lleno en el nacimiento de quien marcó una época gloriosa de nuestra historia.
Contemplar el claustro en el que la pequeña Isabel dio sus primeros pasos y, seguramente, hizo sus primeras travesuras mientras aprendía a ser princesa; subir las mismas escaleras que ella habrá subido tantas veces, detenerse en el Salón de Cortes donde reunió a sus primeras Cortes una vez coronada Reina de Castilla y, asomarse a la alcoba real, hoy desnuda de muebles y tan pequeña que cuesta imaginar que en ella haya podido haber una cama y que allí, justamente en ese minúsculo espacio, el 22 de abril de 1451, Isabel de Portugal, segunda esposa de Juan II, haya dado a luz a una niña que estaba llamada a ser la reina más importante, es tocar con las manos la historia misma.
En la Iglesia de San Nicolás de Bari, la pila en la que fue bautizada y en el centro del pueblo, como no podía ser de otro modo, un monumento a su hija más ilustre, a la mujer que cambió el destino de España y del Nuevo Mundo descubierto por Colón, con el apoyo moral y económico de esa madrigaleña, de esa reina para la historia.
En extramuros, los restos del que fue el convento de San Agustín, en el que murió Fray Luis de León después de haber llegado a él como provincial de la Orden agustiniana solo 9 días antes. Atrás quedaba su paso por la cárcel, su alejamiento y posterior regreso a la Universidad y su ya famosa frase: “como decíamos ayer…”, con la que, según cuentan, empezaba siempre sus clases y que forma parte ya de su identidad, aunque algunos estudiosos de ahora nieguen que la haya pronunciado.
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