María de Aragón, la hija vizcaína de Fernando el Católico
El rey tuvo en Bizkaia una hija que acabó convertida en priora de un monasterio en Madrigal junto a su hermana, que se llamaba igual, María
JULIO ARRIETAMartes, 22 febrero 2022, 12:05
La historia de la hija vizcaína de Fernando el Católico es conocida gracias a la literatura. Escribieron sobre ella Antonio de Trueba, Navarro Villoslada y, ya en nuestro siglo, Toti Martínez de Lezea, en 'La abadesa' (2002). Estos relatos son ficciones, pero están basados en una vida real, la de María de Aragón, algunos de cuyos detalles auténticos parecen todavía más novelescos que los literarios. Como el de que su vida transcurriera en paralelo reflejo a la de su hermana, hija también del rey Fernando, y de igual nombre, María de Aragón, hasta el punto que cuesta distinguir lo que hizo una de lo que realizó la otra.
Tiempo de historias
JOSEMI BENÍTEZ
Tiempo de HistoriasMaría de Aragón, la hija vizcaína de Fernando el CatólicoEl rey tuvo en Bizkaia una hija que acabó convertida en priora de un monasterio en Madrigal junto a su hermana, que se llamaba igual, María
JULIO ARRIETAMartes, 22 febrero 2022, 12:05
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La historia de la hija vizcaína de Fernando el Católico es conocida gracias a la literatura. Escribieron sobre ella Antonio de Trueba, Navarro Villoslada y, ya en nuestro siglo, Toti Martínez de Lezea, en 'La abadesa' (2002). Estos relatos son ficciones, pero están basados en una vida real, la de María de Aragón, algunos de cuyos detalles auténticos parecen todavía más novelescos que los literarios. Como el de que su vida transcurriera en paralelo reflejo a la de su hermana, hija también del rey Fernando, y de igual nombre, María de Aragón, hasta el punto que cuesta distinguir lo que hizo una de lo que realizó la otra.
Juan E. Delmas resumió así la historia de la primera de estas dos Marías, la mayor, la vizcaína, en su 'Biografía de Claros varones de Vizcaya' (1890), en la que dio una entrada a la dama Toda de Larrea, «señora principal bilbaína». Con «ocasión en que el rey don Fernando el Católico hizo estancia en la villa de Bilbao (1476), fue por él requerida de amores y muy solicitada, quedando encinta y dando a luz una niña que se llamó María, a la que apodaron La Excelenta y a quien su madre crió sigilosamente».
Pero el sigilo se evaporó un día que salió «doña Toda con sus vecinas a bailar en la plaza» y tuvo «la debilidad de cantar esta copla: 'Por mi gran ventura / amé un gran señor / rey es de Castilla / y eslo de Aragón'». Enterada la reina Isabel, envió a «ciertos caballeros a Bilbao» para secuestrar a madre e hija. Con el pretexto de entregar unas joyas, las raptaron «y sin que nadie lo observase las transportaron al monasterio de Madrigal, donde la Excelenta llegó a ser abadesa». Con el tiempo, fue enviada «por orden del emperador Carlos V» a poner disciplina en el monasterio de las Huelgas, en Burgos, en el que parece que las costumbres de las monjas se habían relajado un tanto. «De la madre jamás se tuvo la menor noticia».
En realidad, nunca se tuvo ninguna incuestionable. En cuanto a las dos Marías, la documentación que se conserva llama a la confusión. «Pese a que buena parte del matrimonio de los Reyes Católicos fue bien avenido, fueron notorios algunos escarceos amorosos de Fernando, sobre todo en su juventud», escribe el historiador Jaime Elipe. «Fruto de sus relaciones extramatrimoniales, tuvo cuatro hijos que llegaron a la vida adulta». Las dos hijas que nos ocupan fueron prioras «en Madrigal de las Altas Torres» y además «rigieron dos de los monasterios reales más importantes: Pedralbes y Las Huelgas».
Fuentes poco claras
¿Qué dicen las fuentes sobre estas dos hermanas? Jerónimo Blancas, cronista mayor del Reino de Aragón entre 1580 y 1590, escribió que Fernando II tuvo «dos hijas, ámbas Marías, en Toda, señora vizcaína la una, y la otra en la portuguesa Pereira». Pero, como apunta Elipe, Blancas no es de fiar, pues cometió errores comprobados al hablar de la madre de otra de las hijas naturales del rey, Juana de Aragón.
El jurista, cronista y miembro del Consejo Real Lorenzo Galíndez de Carvajal (1472 - c. 1528) contó en sus 'Anales breves del reinado de los Reyes Católicos' que las dos Marías de Aragón «son monjas de la Orden de San Agustín en el monasterio que está en la villa de Madrigal, donde estuvieron en la vida de la Reina doña Isabel, que nunca el Rey su padre supo de ellas, ni ellas supieron cuyas hijas eran, hasta que falleció la Reina doña Isabel. La madre de la una fue vizcaína, y de la otra una valenciana, y de aquel monasterio la mayor, que era vizcaína, fue pasada por abadesa a Cataluña», al monasterio de Pedralbes.
Este texto lo recoge el religioso agustino Tomás de Herrera (1585-1654) en 'Alphabetum Augustinianum', recopilación de los principales personajes y monasterios de la orden de San Agustín, en el que destaca la gestión de ambas religiosas al frente de su cenobio, así como de los dos monasterios de los que tuvieron que hacerse cargo 'de urgencia'. Herrera repite también que las dos hermanas llegaron a Madrigal sin que su padre se enterara de ello y por iniciativa de la reina Isabel.
Cuando esta murió en 1506, Fernando supo de sus hijas y mantuvo contacto con ellas. También quiso que fueran reconocidas. En una carta a su embajador de Roma, al que pedía que gestionara el asunto ante el Papa, escribió: «Dos hijas mías, que ambas a dos se llaman doña María de Aragón, son monjas profesas del monasterio de Santa María de Gracia extramuros de la villa de Madrigal, y en él la una es priora y la otra vicaria, y tienen escrúpulos de conciencia si por ser bastardas pueden tener los dichos oficios». Ambas, añadía, «son personas muy devotas y de buena vida, idóneas y suficientes y de mucho merecimiento». Muerto Fernando, las dos mantuvieron una relación muy cariñosa con su sobrino, el emperador Carlos V, que las tenía en mucha estima, se preocupaba por que recibieran el dinero que Fernando les había asignado, las escribía con regularidad y les pedía que rezaran por él. Así, en una carta a su tía vizcaína, decía: «Vi vuestra letra de seis de noviembre y hólgome en saber que vos y la ilustre Dña. María de Aragón, vuestra hermana, mi tía, estáis buenas. Agradézcoos mucho el cuidado que tenéis de mí en vuestras oraciones, y así os lo encomiendo lo continuéis».
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