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27 abr 2020

El retablo mayor de la iglesia de Santa María del Castillo de Madrigal de las Altas Torres

Diario de Ávila
LUNES 27 DE ABRIL DE 2020

El retablo mayor de la iglesia de Santa María del Castillo de Madrigal de las Altas Torres
TRIBUNA LIBRE FRANCISCO VÁZQUEZ GARCÍA {Doctor en Historia}
En este año 2020 está previsto que se haga la rehabilitación del monumental retablo mayor de la iglesia de Santa María de Madrigal. La Consejería de Cultura y Turismo de Castilla y León así lo anunció, después de pasar el proyecto por Patrimonio y otros trámites.  Este trabajo está dentro del conjunto de obras que se vienen realizando por parte de la Junta en ese templo de estilo mudéjar desde el año 2010, para remediar el deterioro del conjunto del edificio religioso. Afianzando sus muros, reparando sus cubiertas, consolidando sus estructuras y otras faenas necesarias. También se han realizado obras en el interior del templo, sobre todo en el presbiterio, que se ha reestructurado. La tarea más significativa fue la de desmontar el retablo mayor, dejando el muro del ábside principal al descubierto, con la grata disposición de evidenciar sus pinturas románicas: un pantocrátor en la bóveda, y doce figuras de santas en los muros que han estado ocultas tras el retablo barroco desde el siglo XVIII. Ahora los dos escenarios del culto divino que ha tenido la iglesia, podrán seguir siendo el fondo de los oficios divinos, la forma consistirá en adelantar el retablo barroco, detrás del altar mayor, dejando el espacio suficiente para que se pueda ver el marco que ofrecían las pinturas románicas, ya restauradas. En la dirección de las obras ha intervenido con destreza y pericia, el arquitecto abulense Santiago Herráez. Corren a cargo de la Junta de Castilla y León, y son promovidas por el Ayuntamiento de Madrigal, Asociación de Amigos de Madrigal, y la Diócesis abulense, todos a una para que este bello templo siga en pie y prestando su función litúrgica.  Este mismo empeño tuvieron los feligreses de Santa María de Madrigal del siglo XVIII, que capitaneados por su párroco, don Francisco Hernández, escribieron una carta al Obispo de Ávila, Fray Pedro de Ayala, fechada a 2 de octubre de 1737, solicitando permiso para hacer un retablo mayor nuevo porque el que había era: «sumamente biexo y componerse de unas pinturas tan antiguas que no se conoce lo que significa y las efigies… desunidas sin aquella decencia que debieran estar». Alegaban también que algunos devotos deseosos del mayor culto habían ofrecido limosnas, y que tenían caudal sobrado para suplir lo que faltara de las limosnas. Además influyó en su ánimo el que la otra parroquia vecina de san Nicolás había terminado su nuevo retablo mayor, obra de Luis de Vacas, y ellos no querían ser menos. Inmediatamente el señor obispo  daba licencia para que se hiciese el retablo.  La construcción del retablo originó un pleito debido a la falta de acuerdo entre los maestros tallistas y los dirigentes y feligreses de Santa María. Luis de Vacas, maestro tallista, vecino de Ávila, representado por su procurador, acudió ante el vicario general y provisor de la diócesis don José Guerrero, alegando que los feligreses de Santa María habían acordado con él que hiciera el retablo, entregando previamente traza, condiciones y postura. Así lo hizo, llegando a un acuerdo con el párroco, pero éste había tratado cautelosamente con otro tallista, el maestro Felipe Sánchez, vecino de Arévalo, rematando en él la obra del retablo, según la traza y condiciones, y un coste de 7.000 reales, cantidad superior en 1.400 reales a la que había propuesto Luis de Vacas. El procurador pedía que se diese despacho contra el párroco de Santa María para que junto con los capellanes y demás fieles cotejasen las trazas, condiciones y postura presentadas por los dos maestros y señalaran día y hora para el remate de la obra. El provisor ordenó al párroco que entregase todos los autos y diligencias originales que hubiese hecho tocante al retablo, además de las trazas, condi
ciones y posturas de Luis de Vacas y Felipe Sánchez. Se harían saber las posturas por si hubiere algún maestro que quisiera hacer mejoras, y se fijaría la fecha para el remate, rematándose en el mejor postor. Se comisionó al licenciado don Alonso Jiménez Zamorano, administrador por S.M. del Hospital de la Purísima Concepción de la villa para la realización de lo ordenado. La fecha elegida para el remate de la obra del retablo fue el día 28 de diciembre de 1737. A la hora fijada estaban en el soportal de la iglesia los capellanes con varios feligreses y vecinos de la villa. También estaba Luis de Vacas. Felipe Sánchez había comunicado por carta que no podía asistir, decía además que diesen la obra a Luis de Vacas porque «… tenía ganas de ella y más con el empeño del señor provisor…» El juez de la comisión consideró oportuno suspender el remate y remitir los autos al provisor para que eligiese el que creyera más conveniente. Días después Luis de Vacas compareció ante el provisor manifestando que hacía postura en el retablo, santos, pintura, etc., obligándose a hacer todo bajo la traza que le mandase el provisor. Las condiciones que impuso el párroco con las cuales debía ejecutarse el retablo eran las que le había dado Felipe Sánchez cuando trató con él en secreto, que a continuación resumimos: 1ª Que debería tener su custodia (tabernáculo) con cuatro columnas y sagrario. 2ª Debería llevar su pedestal con seis repisas y sus ornamentos vestidos de talla.3ª Llevaría cuatro columnas redondas, vestidas de escudos, serafines, rosas y otras flores; además dos estípites a los lados y una caja (hornacina) principal en cascarón con sus frisos de talla y sus festones, su entrecalle… y en los intercolumnios sus cajas (hornacinas) para dos santos con sus peanas… 4ª Llevaría una cornisa de orden compuesto… 5ª Llevaría un sotabanco guarnecido de tarjetas con sus serafines. 6ª En el cascarón debería llevar una rotura en la parte central para colocar en ella una medalla de San Francisco, guarnecida de rosas y flores…, por remate llevaría una tarjeta con sus serafines, nubes, ráfagas, llevaría seis ángeles en sus volutas… Además era condición que la madera sería porteada por cuenta de los feligreses, igual que hacer el pedestal y la mesa de altar. Estas condiciones fueron reformadas el día que se remató la obra, aunque no de forma significativa, añadiéndose que tendría dos santos de bulto de cuenta del maestro, serían san Francisco y san Agustín, además tendría un cuadro de pintura de la Adoración de los reyes Magos, luego en su lugar se colocó un relieve con el mismo tema. El provisor encargó hacer el retablo a Luis de Vacas, que presentó unas condiciones muy parecidas a las indicadas, y la traza primera que entregó al párroco, fijándose un precio de cuatro mil reales para el día que se asentase, y otros tres mil para el día de san Juan de junio de 1740.  Luis debía formar parte de una familia de artesanos de la madera, con el apellido Vacas o Ba
cas, indistintamente, avecinados en la ciudad abulense. Tenemos datos de José, en los que aparece como maestro de carpintería en 1677, reseñado en la obra de un cancel que hizo para la iglesia de El Oso, debía ser el padre. También de Isidro, tallista, que hizo en 1734 el monumento nuevo para la iglesia de Gimialcón. Y de Segundo, carpintero, que actúa como albacea en el testamento de Antonio de la Cruz. Luis, maestro tallista, en algún documento figura como arquitecto, hizo el retablo mayor de la parroquia de San Nicolás de Madrigal hacia 1735, retablo que se quitó pronto para poner el actual obra de Juan Macías y Francisco López de la Madrid; realizó también, a medias con José Martínez de Canencia, una urna de talla para colocar el Santísimo, para la iglesia de Las Berlanas, en 1728. El maestro puso pronto manos a la obra del retablo, labrando cada una de sus piezas que luego ensambló ajustándolas al hueco del ábside mayor de la iglesia que quedó tapado, desapareciendo de la vista sus pinturas románicas. El retablo estaba asentado sobre un zócalo de ladrillo, se compone de banco o predela –parte inferior del conjunto–, y dos cuerpos, el superior rematado de forma circular para amoldarse al arco del ábside, a modo de cascarón. El banco se divide en cuatro partes por las basas de las columnas, muy decoradas con temas vegetales y cabezas de ángeles. En la parte central estaba el tabernáculo con el sagrario, que han desaparecido, el actual es moderno, el ornamento es en forma de cortinajes. Los cuerpos del retablo se dividen en tres calles y dos entrecalles –espacios verticales que quedan entre las columnas–. El cuerpo inferior tiene cuatro columnas de capitel compuesto y fuste redondo adornado con medallones y cabezas de ángeles entre una floresta de hojas y flores. A ambos lados unos estípites determinan el retablo. La calle central tiene una hornacina amplia cerrada por una especie de dosel de talla con cabezas de ángeles, donde se venera la imagen de la Virgen. Las calles laterales están ocupadas por cajas, terminadas en arcos de medio punto, con unas grandes peanas talladas que sostienen las imágenes de san Francisco, al lado derecho, y san Agustín al izquierdo, son de buena calidad, por los plegados de las telas y el estudio anatómico parecen del taller de los Sierra de Medina de Rioseco. El entablamento, que divide los dos cuerpos, es muy quebrado, tiene el arquitrabe liso, el friso decorado con tarjetas, y la cornisa muy voladiza. El segundo cuerpo del retablo es de forma semicircular para adaptarse al interior del ábside de la capilla mayor, en realidad es como si fuera el ático o remate del retablo. Está dividido en tres calles y dos entrecalles, como el inferior, la central, más ancha, tiene un recuadro con el tema de la Epifanía en alto relieve de buena mano, puede ser del mismo taller que las imágenes. En las calles laterales hay dos medallones con tondos de pintura, representan a san Jerónimo, al lado del evangelio, y otro santo al de la epístola. Lo más llamativo del retablo es su tupida decoración. Los elementos arquitectónicos y las superficies quedan casi eclipsados por una floresta ornamental. En la temática decorativa sobresalen los largos festones de flores y carnosas hojas, medallones, tarjetas, cabezas de serafines, etc., de excelente labra, que cubren los elementos del retablo como un horror vacui. Se tardó en hacer, puesto que se inició la obra en 1738, y no se hizo escritura del dorado hasta enero de 1770. Se encargó de la obra Pedro Moreno, maestro dorador, vecino de Arévalo, que cobró por ello 9100 reales. Hizo una obra excelente, empleando oro de buena calidad con el que consigue el brillo adecuado. El retablo de Santa María cumple a la perfección su papel como marco idóneo para la celebración de la liturgia, de  telón de fondo de la misa y otras ceremonias. Es el aposento eucarístico, tenía  el tabernáculo con el sagrario que guarda los vasos sagrados con el Santísimo Sacramento. Desempeña su función pedagógica mostrando sus imágenes para ilustrar a los fieles. Es como un gran tapiz de madera brillante que ensalza las bases doctrinarias. También es este retablo el orgullo religioso de una feligresía que no quería ser menos en culto y generosidad que los feligreses de la otra parroquia vecina de san Nicolás. Y mucho más. Su estilo artístico es barroco, no podía ser otro. Es un arte y una época plena de sensibilidad que avivó los sentimientos humanos. La Iglesia aprovechó la coyuntura para incentivar la fe de los creyentes mediante el culto que nunca había impactado de forma omnímoda, conmoviendo los cinco sentidos del devoto, así la música y cánticos barrocos que oye, el incienso quemado que huele, el ceremonial barroco que ve, las formas ampulosas  del retablo de refulgentes dorados que dan la sensación de riqueza. Todo tan impactante, que hacía pensar al fiel que allí necesariamente estaba la verdad. Encaja en el tipo de retablos que se hacen en la diócesis abulense en el segundo tercio del siglo XVIII, cuando las columnas salomónicas han desaparecido, remplazadas por otras de fuste recto adornado con ramajes, hojas, festones, etc. También utilizan estípites, como en este retablo. Se caracterizan por tener una copiosa decoración de temas principalmente vegetales y cabezas de ángeles, que llenan todos los espacios. Parecidos a este, y de su misma época, son los retablos mayores de las iglesias de Viñegra y de Collado de Contreras. El retablo de Santa María de Madrigal pronto se restaurará. Sus piezas se montarán de nuevo, esta vez un poco más adelante para que se pueda ver el antiguo retablo románico de pintura con el que compartirá ser escenario del culto divino. Sus dorados lucirán de nuevo esplendorosos en honor y gloria de Dios, que con esa intención se hizo.       
La construcción del retablo originó un pleito debido a la falta de acuerdo entre los maestros tallistas y los dirigentes y feligreses de  Santa María

La construcción del retablo originó un pleito debido a la falta de acuerdo entre los maestros tallistas y los dirigentes y feligreses de  Santa María

Se tardó en hacer, puesto que se inició la obra en 1738, y no se hizo escritura del dorado hasta  enero de 1770

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