De acuerdo con los
datos provisionales de los avances del Ministerio de Agricultura y Pesca, Alimentación y Medio Ambiente (MAPAMA),
en 2017 se habrán sembrado un total de 83,5 miles de hectáreas más de colza. En 2016 se recolectaron 231,6 miles de toneladas.
¿Por qué no cala entonces en el mercado español un aceite barato, rentable para los productores, rico en omega 3 y vitamina E y hasta recomendado para
combatir riesgos cardiovasculares ?
El peso del 'síndrome tóxico'
Con la colza, España lleva el paso cambiado con respecto al resto del mundo. A pesar del repunte en la producción y el cultivo, no se extrae ni se trata el aceite de esta semilla, que se exporta casi en su totalidad a Francia , donde suele tener salida como aceite industrial.
Ni tampoco se encuentra, a diferencia de lo que sucede al otro lado de los Pirineos, en Estados Unidos y en Canadá, en los lineales de aceites en los supermercados, a no ser que figure con otros aceites vegetales de semillas bajo la etiqueta de algún "aceite especial para fritura" o como componente de alimentos preparados. También se destina a la alimentación del ganado, como lubricante, aceite industrial…
"Lo que pasa es que la colza sigue teniendo muy mala fama para el consumo humano en España . Ya ha habido un par de cambios generacionales y hay gente que no conoce en qué consistió el 'síndrome tóxico' ni el perfil nutricional de este producto", dice
Enrique Martínez Force , investigador del
Instituto de la Grasa del Consejo Superior de Investigaciones Científicas
(CSIC) . Fuentes de la
industria envasadora añaden que "la colza es un producto absolutamente extraño en el mercado del aceite español que después de lo que pasó,
ha quedado fuera ". De los cerca de 1.000 millones de litros producidos al año por el sector del aceite español,
"solo 200.000 eran de colza" .
A pesar del repunte en la producción y el cultivo, en España no se extrae ni se trata el aceite de esta semilla, que se exporta en su mayoría a Francia
El pasado 30 de marzo se cumplían
30 años del inicio del juicio por el mayor fraude alimentario de nuestra historia, provocado por el desvío al consumo humano de botellas de aceite de colza desnaturalizado para uso industrial a través de una trama de 38 aceiteros procesados por la importación, refinamiento y venta de este aceite tóxico. El tratamiento con anilinas para eliminar el desnaturalizante convertía el aceite –que pasaba por oliva o girasol–
en un tóxico que afectó a 20.000 personas y causó la muerte al menos a 330 , según los conservadores datos de la sentencia de 1989. Los supervivientes invitan a que este episodio
no caiga en el olvido , más que nada porque se sienten abandonados aunque hayan pasado ya 36 años desde la primera muerte, la de un niño de ocho años en Torrejón de Ardoz (Madrid).
El biólogo y dietista-nutricionista
Juan Revenga , autor del blog
'El nutricionista de la General' , hace hincapié en cómo tenemos que recordar este "luctuoso incidente": como el "'síndrome del aceite tóxico desnaturalizado de colza', pero todo junto". "Porque podía haber sido el girasol, el de pepita de uva o el de oliva, pero el afectado fue el aceite de colza", remarca. Y se trata de un aceite vegetal en el que destacan "los
ácidos grasos poliinsaturados, y muchos de ellos incluso omega 3 ", por lo que es "perfectamente válido para su consumo en crudo".
No es un sustituto total del aceite de palma
El
aceite de palma ha ingresado en el grupo de las
grasas vegetales denostadas por el consumidor, pero el hueco que eventualmente puede dejar en el sector de la alimentación difícilmente lo cubrirá la colza. El investigador del Instituto de la Grasa explica que como este óleo "tiene poco contenido en ácidos saturados comparado con el aceite de palma, entonces en todas las aplicaciones en las que se está utilizando no se podría usar tal cual". En todo caso, podría funcionar como oleína de palma, que es "lo que se suele utilizar para incorporar en productos a los que les hace falta un aceite líquido" pero la característica más preciada de la grasa de palma, que sería la
consistencia y la densidad , quedaría desprovista de un reemplazo.
No obstante, el aceite de colza está presente en nuestra industria de la alimentación. Pizzas, galletas, alimentos precocinados, bollería… es fácil encontrarlas etiquetadas. Y desde la entrada en vigor hace tres años del
Reglamento Europeo 1169/2011 sobre la información alimentaria facilitada al consumidor , muchas de ellas –aunque no todas– han pasado a figurar en el revés del envase concretando su verdadero origen. Sin embargo, advierte Revenga, "hasta tal punto no nos libramos del estigma del aceite de colza que muchos fabricantes han optado por usar una serie de, no eufemismos sino sinónimos, que no son del conocimiento del consumidor y que están relacionados con el aceite de colza. Como, por ejemplo,
la palabra nabina ".
"Habría que esperar a que se pierda la memoria generacional" , observa el experto del CSIC. Pero de todas formas, Martínez Force observa que "mientras tengamos el
aceite de oliva a un precio asequible nadie va a decir ‘voy a utilizar un aceite que no he usado nunca’". Por lo menos mientras, cuatro o cinco veces después de comer el mismo bizcocho con aceite de nabina, el consumidor no piense: "¡Uy, colza! No está tan malo, no me he puesto malo", pronostica. Tanto productores como nutricionistas coinciden en que esta grasa vegetal seguirá condenada al ostracismo siempre y cuando la industria no la fomente. Ninguna de las empresas contactadas hasta el cierre de este artículo han expuesto su postura con respecto a este producto. "
Todo es cuestión de lo que se invierta en marketing ", concluye Revenga.
http://www.elconfidencial.com
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