Un dispositivo para la paz
Una muestra con ocasión de la capitalidad cultural repasa los motivos contra la guerra
No se le puede pedir a la paz más fuerza que la que requiere el equilibrio. La valentía de caminar entre ideas opuestas, entre represores y reprimidos, entre causas que se dañan. Tampoco se le puede pedir una blancura excesiva. La paz no sería tal sin una violencia previa, sin sangre seca, sin ese lado oscuro que nos hace poder entenderla como un fin para el que parece sí están justificados los medios.San Sebastián 2016, como Capital Europea de la Cultura, ha hecho de la paz su centro. Pero no como el ideal absoluto, no como una palabra inocente, sino como meta, como consecuencia, incluso algunas veces como forma de justificar la guerra. 1516-2016. Tratado de paz, que se inaugura hoy por los Reyes y el ministro de Cultura, Íñigo Méndez de Vigo, y que se podrá visitar hasta el 8 de octubre, es uno de los proyectos de la ciudad vasca para este año en el que se preguntan si una exposición es el dispositivo adecuado para hablar de la paz y sus representaciones.
Su comisario, Pedro G. Romero, habla de los museos como templos laicos. "El Louvre nace de la celebración del triunfo del pueblo frente a la aristocracia. Un espacio de democratización de la cultura que sigue creciendo, no obstante, gracias a las victorias napoleónicas y sus motines de guerra. Incluso hoy en día son muchos los que marcan la inauguración del Guggenheim Bilbao como el signo del nuevo tiempo que ha traído el fin de la violencia terrorista", asegura.
Para explicar este concepto han asumido en el Museo de San Telmo de San Sebastián y en el Koldo Mitxelena Kulturunea más de 600 piezas de artistas como Goya, Rubens, Ribera, Picasso, Le Corbusier o Maruja Mallo. Así, pretenden abordar las representaciones de la paz en la historia del arte, la cultura y el derecho. "Esta muestra es sólo el centro de un proyecto que se extiende por más de 10 municipios y durará, en algunos casos, hasta 2017", añade.
La exposición comienza con lo que se considera la cuna del Derecho Internacional, la obra de Francisco de Vitoria y la Escuela Ibérica de la Paz que nace de la idea de una mejor convivencia con los pueblos con los que habían estado en guerra: los árabes y los indígenas de las colonias americanas. "En la entrada hemos colocado las banderas que sirven como símbolo de esta palabra. Cuando intentamos conseguir una blanca nos dijeron que ese tipo de banderas no se guardan porque significan rendición o traición. Al final, la encontramos en una colección privada", añade Romero.
Un relato que narra desde la experiencia americana, con Vasco de Quiroga, a través de la artesanía de Michoacán, o la construcción de Los Libros Plúmbeos, que fueron un intento de los moriscos de Granada de "reconstruir un imaginario de paz y permitir la convivencia", hasta la conmemoración de la Pax Austriae, con el Salón de Reinos creado por Velázquez para Felipe IV en el siglo XVII, la Galería de los Espejos de Versalles como símbolo de la Pax Borbónica o la reconstrucción de los muros que Velázquez diseñó gracias a los cuadros de Zurbarán y Maíno.
También se hace hincapié en el Holocausto, en Hiroshima con los relojes petrificados a las ocho y cuarto, en la represión de la etnia gitana, en las malformaciones y heridas internas que dejaron las armas nucleares."Hemos traído algunas de las fotografías del Anti-Kreig-Museum, fundado por el pacifista Ernst Friedrich, que exponía en el escaparate de su tiendas las fotografías que mostraban caras que habían sido desfiguradas durante la I Guerra Mundial. Lo cerraron los nazis en 1933 pero fue reinaugurado por su nieto en 1982", explica Romero.
La muestra termina con Palestina, pero esto sólo es el centro de un proyecto que abarca ocho Casos de estudio y cinco Afueras. "Se analizan, a través del arte, la Paz de los Pirineos, el Pacto de San Sebastián o las Conversaciones de Argel". Esta última, que se espera para el mes de agosto, con algo de polémica sobre su espalda.
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