Tata Vasco santo; el proceso de canonización continúa
Mateo Calvillo Paz
De laico lo nombran obispo, es un caso muy raro en la historia, lo mismo le sucedió a San Ambrosio de Milán. Es ordenado obispo en diciembre de 1538. Fue ordenado en diciembre de 1538.
“Ahí desarrolló una amplísima labor pastoral, destacándose por su rara habilidad para atraer a la fe a miles de personas. Su capacidad para descubrir los talentos de cada persona y de cada pueblo lo constituyen como un modelo de civilizador. Impulsó un buen número de iniciativas que dando óptimos frutos el día de hoy”.
Su entrega al pueblo humilde está llena de un amor, grande, puro, valiente: civiliza y evangelizaa los indígenas, en su buen natural de sencillez, humildad, desprendimiento siembra los ideales de fraternidad y vida digna del hombre.
Les da una casa grande en el pueblo hospital de Santa Fe de la laguna donde aquella gente se organiza y aprende a vivir como hijos de Dios y hermanos de los hombres. Es una comunidad de gran calidad como las primeras comunidades cristianas, da vida a la utopía de Tomás Moro.
Enseña a los pueblos artes y oficios que hasta nuestros días son fuente de trabajo con expresiones artísticas primorosas como las bandas de música y la policromía de las artesanías que modelan sus manos hábiles.
En la organización y diseño de los pueblos, Don Vasco refleja su concepción humanista y su inspiración hospitalaria.
Dio suma importancia a la educación. Hizo venir de España y de México sacerdotes preparados para atendieran a su grey en esta área unidos a los monjes franciscanos y agustinos ilustres.
Así fundó en 1540 el colegio de San Nicolás en Pátzcuaro. Esta benemérita institución se adelanta por 17 años a los seminarios que establece el Concilio de Trento en 1556 y se transforma con el tiempo en la Universidad Michoacana, nuestra máxima casa de estudios en el Estado.
Son sólo aspectos de su riquísima obra. Don Vasco emigra de este mundo al Reino de los Cielos el 14 de marzo de 1565, en Pátzcuaro.
Luis María Martínez, arzobispo de México, hijo ilustre de esta diócesis, afirma: “Don Vasco de Quiroga en cuya alma gigantesca se enlazan la fe robusta del apóstol con la intuición genial del creador de pueblos, marcó a Michoacán con sapientísimo acierto la ruta del cielo y los senderos de la tierra, fundó una Iglesia y creó un pueblo.
Todavía después de cuatro siglos, no se ha extinguido el fulgor de esa luz ni ha perdido su frescura el aroma exquisito con que aquél prócer embalsamó la ubérrima tierra de Michoacán”.
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