17 jun 2013

Madrigal de las Altas Torres, junto a las Edades del Hombre

Madrigal de las Altas Torres, junto a las Edades del Hombre

Permalink 16.06.13 @ 07:29:28. Archivado en Artículos
Por José María Arévalo

(Madrigal de las Altas Torres. Apunte del natural de Francisco Roldán)(*)
En el artículo de la semana pasada sobre Las edades del Hombre de Arévalo les insistía en que, si deciden acudir a tan importante convocatoria, no dejaran de acercarse a Madrigal de las altas Torres, a 25 kilómetros de Arévalo y 27 de Medina del Campo, en la que ya puede tomarse la autopista, lo que supone, si se vino por ella, un pequeño rodeo de tan solo diecinueve kilómetros. Vale la pena. En la excursión a la que les contaba me apunté, así lo hicimos, y la visita, aunque breve, fue rica en gratas sorpresas, a pesar de que ya había visitado varias veces antes esta hermosa villa.
En “El claustro de Fray Luis de León en Madrigal”, artículo que escribí en este blog en Febrero del año pasado, les contaba mi satisfacción cuando leí, por aquellas fechas, la noticia de que la Junta de Castilla y León recuperaba el convento donde falleció Fray Luis de León, en Madrigal de las Altas Torres, y el reportaje que publiqué en los años sesenta, en “La Gaceta Regional” de Salamanca, donde trabajaba, cuando el dueño del convento, desamortizado hace dos siglos y medio, vino a vernos para que escribiéramos algo sobre el maravilloso claustro con que cuenta, a punto de derrumbarse, a ver si la Universidad de Salamanca, que estaba empezando a formar su campus, se animaba y lo compraba. No hemos podido en esta excursión acercarnos a verlo, ya me hubiera gustado, es el inconveniente de las visitas colectivas. En cambio volví a recorrer el famoso palacio de Juan II, construido a partir de 1406, casa natal de Isabel la Católica y Monasterio de monjas agustinas desde 1527, en que lo cedió Carlos V a petición de su tía, la priora del de Nuestra Señora de Gracia, el después desamortizado y en que muriera Fray Luis de León, que entonces pasó a ser ocupado por los frailes agustinos. Y entramos en el interior de la iglesia de San Nicolás, que en visitas anteriores siempre había encontrado cerrada –es el inconveniente de las visitas no organizadas-, y que me ha deparado la mayor de las sorpresas a que me refería.

El arte mudéjar de León, Valladolid, Ávila y Segovia se suele llamar “Románico de ladrillo”, pero no debe confundirse con el arte mozárabe, más próximo al románico y uno o dos siglos anterior -de finales del siglo IX hasta principios del XI-, y, realizado por cristianos procedentes del territorio musulmán que aprendieron de los alarifes moros. Ejemplo de éste segundo, en Valladolid, es la iglesia de San Cebríán de Mazote, y del primero el convento de las Claras de Tordesillas. Arévalo y Madrigal están repletos de mudéjar. Con este término propiamente se designaba a los musulmanes que permanecieron viviendo en territorio cristiano, durante la reconquista; los alarifes eran maestros en la utilización del ladrillo y tardaban muy poco en hacer sus construcciones. Así que el arte mudéjar incorpora influencias, elementos y materiales de estilo hispano-musulmán, un fenómeno exclusivamente hispánico que se consolida en el siglo XIII y se exporta hacia el sur y sureste, a tierras todas ellas llanas y con escasas canteras de piedra, como son las nuestras, aunque apenas afectó a Burgos, Palencia y Soria.
Para algunos el topónimo Madrigal es de ascendencia árabe, y la segunda parte del nombre, “de las Altas Torres” alude al centenar de torreones que flanqueaban la cerca amurallada, de los que se conservan unos cuarenta. Parece que resultaban indispensables en plena llanura, sin defensa natural.

(Palacio de Juan II, casa natal de Isabel la Católica)(*)
Pero la joya de Madrigal de las Altas Torres es el Monasterio de Nuestra Señora de Gracia, de Madres Agustinas, antiguo palacio de Juan II y casa natal de la reina Isabel I la Católica, como hemos dicho, construcción del siglo XIII, de estilo gótico – mudéjar, Monumento Nacional desde 1942. Conserva piezas del antiguo palacio como la sala de Cortes (con un magnífico artesonado mudéjar), la escalera regia del siglo XV, el claustro –tan primitivo y original, con arcos de medio punto, y de menor altura los de la planta principal, escarzanos-, la capilla real, el salón de Embajadores y la alcoba de la Reina. En la visita vemos un buen conjunto de pinturas y esculturas antiguas, algunas de gran valor. Y aquí vino la primera sorpresa: la monja que nos guiaba señaló un Calvario como obra de Juan de Juni, y las dos imágenes que tiene en frente, de San Pedro y San Pablo, de Gregorio Fernández. Tan bellas tallas y de aire diverso, que lo creí a pies juntillas y disfruté mucho de su vista. Pero a la salida se me ocurrió comprar el magnífico librito que explica todo el convento, y resulta que en él aparecen las tres obras –cinco en realidad, pues el Calvario tiene las tres figuras clásicas del Crucificado, la Virgen y San Juán- como de Alonso Vallejo, “famoso escultor de la escuela burgalesa del XVII”, pero no tanto, claro, como los antes señalados. Pero resulta que después me encuentro que en Wikipedia, en una reseña breve del palacio dice : “El monasterio conserva importantes obras de arte, como son un Calvario de Juan de Juni, una Inmaculada Concepción de Alonso Cano y varias piezas de las escuelas de Berruguete y Ribera”. Pensé que a lo mejor el Calvario de Juan de Juni podía estar en zona de clausura que no se enseña, pero el libro-guía también la describe y no dice nada al respecto. Así que solo me queda la posibilidad de que el magnífico Calvario se atribuyera inicialmente a Juan de Juni y después se haya descuierto que es del citado escultor burgalés. Bueno, el lapsus de la monjita queda al menos minorado.
Y encontramos muchas otras obras de gran valor, además de las antedichas, como la imagen de Santa María de la Mar, del XV, de estilo gótico borgoñón, un óleo sobre San Agustín que pintara Juan Carreño de Miranda en 1647, varias tablas del siglo XV, un crucificado de Francisco del Rincón, y de Berruguete un bellísimo San Juanito, como suele llamarse a las tallas de San juan Bautista niño. Junto a muchas otras y al conjunto documental y de mobiliario que atesora.

(La iglesia de San Nicolás)(*)
La otra joya de Madrigal, con una torre de 50 metros de altura que domina sobre todas las demás, es la iglesia de San Nicolás de Bari, donde fue Bautizada Isabel la Católica, construida durante la Edad Media en estilo mudéjar más tardío que el de otros templos de la provincia, fechado entre finales del siglo XIII y el siglo XIV. “El interior del templo –dice Wikipedia- incorpora elementos de periodos muy distintos: gótico, renacentista, y un retablo del siglo XVIII; en la Capilla Dorada, un retablo manierista, y en otra nave dos sepulcros renacentistas de alabastro. Hasta aquí lo conocido, y ahora las sorpresas: el hallazgo de dos conjuntos antiguos de gran valor en la iglesia de San Nicolás de Bari, una Sillería mudejar y el antiguo retablo mayor con pinturas tardomedievales que constituyeron el antiguo retablo mayor del templo antes de que fuera sustituido por el del S. XVIII. He encontrado sendos artículos de los que han intervenido en la restauración, que paso a resumir.
El primero, publicado en alhambra-patronato.es, es un informe de Mª Teresa Sánchez titulado “La Sillería mudejar de San Nicolás de Madrigal de las Altas Torres”. “Durante el verano de 1977 –explica la investigadora-, realizando unos trabajos -en San Nicolás de Madrigal de las Altas Torres (Avila), encontramos bajo unos tableros barrocos de nogal, dispuestos a modo de respaldos en la sillería del coro, otros pintados con dibujo de cardinas y claraboyas góticas de clara factura mudéjar.
La iglesia de San Nicolás es una gran construcción mudéjar, de tres naves, cabecera triple, aunque ha perdido el ábside de la nave izquierda, decorada con arquerías ciegas de ladrillo, a los pies torre monumental -la "reina de la Moraña", la llamaba Gómez-Moreno-, y puertas en el Norte y Sur y una tapiada en el Oeste con paso a través de la torre.
El coro actual está situado en bajo a los pies de la iglesia, lugar que evidentemente no era el primitivo, puesto que obstruía el acceso por la puerta del Oeste. Debía estar, por tanto, en el mismo sitio pero en alto, sostenido por un alfarje que se ha perdido totalmente, si es que no pertenecen a él algunos restos de techumbres que se conservan en la iglesia”.
“Hasta 1977 el coro estaba constituido por 24 sitiales corrientes, de asiento abatible y de brazos muy sencillos sin decoración alguna que tenían por respaldo los tableros citados con un medallón dorado en el centro representando en bajorrelieves santas y santos agustinos. Su estilo correspondía a la primera mitad del siglo XVIII y procedía del antiguo convento de frailes agustinos de Madrigal, abandonado desde la Desamortización y hoy casi en ruinas. A la parroquia de San Nicolás debieron de ser trasladadas poco después, cuando la iglesia del convento perdió toda su utilidad. Pero entre los remates florales de esta sillería aparecían las cardinas góticas de los tableros que nos ocupan. Se procedió entonces a desmontar los barrocos y surgieron los respaldos o dorsales de otra sillería, que tampoco habla sido hecha para allí. Comprende un total de 20 tableros completos más dos estrechos para las esquinas y con sus respectivos guardapolvos, pero faltan dos, uno en el tramo central y otro en el derecho, y otros dos han sido recompuestos uniendo varias tiras de respaldos entre si el uno, y varios guardapolvos el otro. Su distribución original era siete tableros a cada lado y diez en el centro.
Los desajustes entre respaldos, guardapolvos y asientos son tan grandes y tan numerosos que resulta evidente el acoplamiento a este espacio de la sillería, posiblemente ya muy deteriorada, y con la que hubo de procederse a cortes y composturas para su montaje. Cada respaldo mide 1,08 m. de altura y 0,55 m. de ancho totales. La decoración lo ocupa totalmente y está formada por dos tallos vegetales que se entrecruzan dos veces en sentido vertical formando un espacio romboidal en el centro y dos triangulares en los extremos, todo lo cual queda relleno con hojarasca picuda como de cardo que se retuerce y se dobla, y unos frutos semejantes a racimos se agrupan en torno a los cruces de los tallos”.
Describe a continuación con todo detalle la sillería, de la que se conserva bastante de su magnífico colorido, una belleza para el visitante. La disfrutamos de verdad. Y concluye: “Esta sillería se puede fechar gracias a los escudos de sus guardapolvos. Don Beltrán de la Cueva, -primer Duque de Alburquerque desde 1464 en que Enrique IV le concedió el Ducado en compensación por haberle privado del Maestrazgo de la Orden de Santiago en favor del Infante D. Alfonso, ante la presión y desacuerdo de los nobles-, casó en primeras nupcias con Doña Maria de Mendoza, hija del Marqués de Santillana, y, una vez viudo, se volvió a casar con Doña Mencia Enríquez, hija del Duque de Alba, en 1476. Por lo tanto, la sillería debió de hacerse entre este año y 1492, en que murió Don Beltrán, pues Doña Mencia había muerto antes.
Esta sillería tuvo que ser una donación hecha por el Duque y su mujer alConvento de las Agustinas de Madrigal, situado entonces extramuros hacia el Oeste. Allí vivieron las monjas hasta 1527, en que el Emperador Carlos les cedió el Palacio Real (aquél donde había nacido Isabel la Católica), al cual se trasladaron, pasando entonces el convento de las monjas a frailes de la misma Orden, que lo reformaron ya en tiempo de Felipe II (1578), a expensas del Cardenal Quiroga.
Con la desamortización, el convento pasó a la familia de uno de los frailes a cuyo nombre había puesto la comunidad su propiedad con intención de salvarlo, pero el tal fraile se apoderó de él como cosa propia y lo transfirió a sus herederos. Con ello no hizo sino empezar el abandono del convento y, posiblemente, en, el mismo siglo XIX fue hecho el traslado de las dos sillerías a San Nicolás, donde permanecia olvidada e ignorada la mudejar detrás de la barroca”.
Miren ustedes por donde se cierra el círculo de las averiguaciones, y nos enteramos cómo pudo llegar a manos del propietario que vino a vernos a La Gaceta Regional de Salamanca en los años sesenta, como les explicaba al inicio, para ver si conseguíamos interesar a la Universidad en el claustro del convento donde muriera Fray Luis de León.
Pero no paran aquí las sorpresas. Y es la segunda el descubrimiento del Retablo flamenco de la iglesia de San Nicolás, que nos explica un artículo de Sonia Caballero Escamilla, investigadora de la Universidad de Salamanca, que titula “La recuperación de la memoria: el antiguo retablo mayor de la Iglesia de San Nicolás de Bari de Madrigal de las Altas Torres (Ávila)”. “La iglesia de San Nicolás de Bari – dice -, situada en la localidad abulense de Madrigal de las Altas Torres, es uno de los centros de interés de la provincia, no sólo desde el punto de vista arquitectónico sino también por la cantidad de obras de arte que atesora. Cuando Manuel Gómez Moreno visitó la iglesia destacó, entre otras muchas cosas, los restos de un retablo gótico “de estilo flamenco” que habían sido reaprovechados en el coro del templo. Allí han permanecido hasta que, recientemente, la Fundación del Patrimonio Histórico de Castilla y León los ha recuperado en una restauración llevada a cabo en el coro de la iglesia. Antes de la intervención, la iglesia presentaba un coro a los pies integrado por piezas de procedencia diversa: sillerías de distinta época, fragmentos de una techumbre medieval, restos de un artesonado renacentista y unas pinturas tardomedievales que constituyeron el antiguo retablo mayor del templo antes de que fuera sustituido por otro en el S. XVIII. Estas tablas fueron reaprovechadas como tarima del coro mientras que los fragmentos de su marco arquitectónico sirvieron como elementos decorativos en la sillería hasta hace poco tiempo. Precisamente esta circunstancia motivó el lamentable estado de conservación que presentan. Únicamente se ha podido recuperar la parte de las tablas correspondiente a la zona inferior de las sillas al permanecer al resguardo de las pisadas, lo que equivale a un mínimo lateral de cada tabla. Aún así, la Fundación del Patrimonio Histórico de Castilla y León ha ensamblado cada pieza ofreciendo una reconstitución de lo que pudo ser el retablo origina”.
“En resumen –concluye-, a través de los fragmentos presentados se adivina uno de los mejores conjuntos de la pintura tardogótica abulense que presidió en su día el altar mayor de la iglesia de San Nicolás y que sufrió, como tantas otras, las consecuencias del cambio de gusto en la sociedad. El análisis estilístico de los restos permite constatar, una vez más, la aproximación y la probable colaboración entre dos artistas cercanos en el tiempo y en el espacio, Fernando Gallego y García del Barco. El destino quiso que hoy podamos gozar de una mínima parte, conformada según su estructura original gracias al proceso de restauración y a la investigación efectuada por el equipo de la Fundación del Patrimonio Histórico de Castilla y León”.
Verdaderamente una gran sorpresa también, no sé cual de las dos mayor. La sillería está mucho mejor conservada, y es una belleza, pero los fragmentos de los cuadros del retablo que ahora podemos contemplar, de nuestros primitivos pintores castellanos, son una maravilla, qué pena que se haya perdido la mayoría. Extraordinarios tesoros en Madrigal de las Altas Torres, para no perdérselos.
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(*) Para ver la foto que ilustra este artículo en tamaño mayor (y Control/+):
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