Sor Pilar cumple setenta años como religiosa
No tenía 14 años cuando Lidia Fernández López decidió abandonar su pequeño pueblo de León, Velilla de la Reina, para iniciar un camino sin vuelta atrás. Un largo viaje en burro y en tren hasta llegar a Madrigal de las Altas Torres, en Ávila. Su destino, el palacio que vio nacer a Isabel la Católica, custodiado por una comunidad de hermanas bajo la orden de San Agustín.
Han pasado 70 años desde entonces y ayer, rodeada de sus dos familias, conmemoró su consagración religiosa en una emotiva misa, que se cerró con el himno de la Virgen del Camino, quien, precisamente, se apareció a un pastor de Velilla.
No tenía 14 años cuando Lidia Fernández López decidió abandonar su pequeño pueblo de León, Velilla de la Reina, para iniciar un camino sin vuelta atrás. Un largo viaje en burro y en tren hasta llegar a Madrigal de las Altas Torres, en Ávila. Su destino, el palacio que vio nacer a Isabel la Católica, custodiado por una comunidad de hermanas bajo la orden de San Agustín.
Han pasado 70 años desde entonces y ayer, rodeada de sus dos familias, conmemoró su consagración religiosa en una emotiva misa, que se cerró con el himno de la Virgen del Camino, quien, precisamente, se apareció a un pastor de Velilla.
Para poder entrar al convento tuvo que pedir un permiso a la Santa Sede, porque aún no había cumplido los 14 años que eran necesarios. Dejó atrás a sus padres y a sus hermanos y emprendió una nueva vida dedicada a Dios. Un convento de clausura, en el que durante años fue maestra y compartió con sus hermanas religiosas el cuidado del gran palacio donde atesoran piezas como incunables de gran valor o la historia de Isabel la Católica, con la alcoba en la que nació conservada como oro en paño.
Hoy el convento es un poco más abierto y se puede visitar. Es un punto clave del turismo de Madrigal y ellas muestran sus rincones y relatan los acontecimientos que bajo las grandes paredes del convento se han ido sucediendo desde el siglo XV.
Lidia dejó de ser Lidia y cuando profesó se convirtió en sor Pilar. Así la llaman sus hermanas. La comunidad llegó a estar integrada por un centenar de hermanas, gran parte de ellas de pueblos leoneses. Hoy el número está menguado, pero las religiosas mantienen su espíritu intacto.
Ayer, su familia se desplazó en bloque desde León hasta Madrigal. Un día estival, uno de los más calurosos de este verano, para acompañar a sor Pilar en sus bodas de platino como religiosa. Sus tres hermanas y su hermano, sus sobrinos y sus sobrinos nietos estuvieron en este gran día. Emoción a flor de piel, recuerdos de una corta infancia en el pueblo que cambió por pasar a formar parte del convento de las Madres Agustinas de Madrigal, ahora con una docena de hermanas.


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