Cronología de la obra de azulejería: siglo XVII y primer tercio del siglo XVIII

Madrigal de las Altas Torres 

 Convento de Nuestra Señora de Gracia 

 Cronología de la obra de azulejería: siglo XVII y primer tercio del siglo XVIII 

 Autoría de la obra de azulejería: desconocido

 Al igual que en Arévalo, Juan II contó en Madrigal con una casa real en la que moró junto a su esposa, Isabel de Portugal, durante largas temporadas. Este edificio, posiblemente fue levantado a finales del siglo XIV por Juan I de Castilla y ampliado, a comienzos del XV, por Catalina de Lancaster durante su regencia tras la muerta de su esposo Enrique III el Doliente, quien, a su vez, se lo cedió a su hijo Juan. Aparte de su importancia arquitectónica, el edificio constituye un referente de la historia de Castilla de la segunda mitad del siglo XV, sobre todo por el hecho de que en esa casa nació la princesa Isabel de Trastamara (22 de abril de 1451), la futura Isabel I de Castilla, vivió los primeros años de su juventud junto a su madre y, en 1476, ya como reina, mandó celebrar Cortes donde, entre otras medidas, se decidió creer la Santa Hermandad (Gutiérrez Robledo, 2011: 69-70). En 1525 Carlos I cedió la casa a las madres agustinas a petición de su tía doña María de Portugal, hija bastarda del rey Fernando el Católico y priora de un convento de esa orden situado extramuros de la villa, refundándose de este modo el convento de Nuestra Señora de Gracia. A partir de ese momento y a lo largo de las siguientes centurias, se fueron añadiendo a la fábrica primigenia nuevas dependencias, articuladas alrededor de un claustro y una gran escalera. Su iglesia fue completamente restaurada tras el gran incendio que en 1703 la destruyó por completo (Gómez-Moreno, 2002: 272). 

 OBRAS DE AZULEJERÍA CONSERVADAS 







 Todas las obras de azulejería conservadas en el convento se encuentran

en el coro bajo de la clausura y, según la información aportada por las hermanas, todas ellas han sufrido diversas recolocaciones e, incluso, una parte de las mismas en origen formaron parte de la decoración de la iglesia. Arrimadero bajo la Reja de Clausura El antepecho de la reja que separa el coro bajo de la iglesia y sus muros laterales se encuentran cubiertos de azulejos planos pintados –de 14cm de lado-. El diseño que presentan es el de las cuatro granadas colocadas en aspa unidas a una flor circular, que aparecen dispuestas entre ruedas que albergan en su interior ocho capullos y estilizadas flores centrales, todo ello en azul y blanco. Completando el conjunto y utilizados como cenefa, se disponen unos azulejos que presentan una variación más compleja de la cadeneta de calabrote, ya que en esta ocasión aparece dispuesta entre  bandas, en azul, amarillo y naranja, con el blanco dejado en reserva. En relación a esta labor de azulejos, las hermanas nos informaron que siempre estuvo en ese lado de la clausura pero dispuesto de otra manera, siendo recolocada tal y como hoy la podemos ver tras la remodelación que del muro de cierre se realizó durante el siglo pasado. A lo largo de este trabajo hemos presentado otras labores con motivos decorativos muy parecidos a estos, recordemos los arrimaderos de la capilla de la casa de recreo del banquero Fabio Nelli en la Vega de Porras de Boecillo, fechados a comienzos del siglo XVII, pero, sobre todo, los idénticos azulejos del camarín de la ermita de Santa Ana de la vallisoletana villa de Pozuelo de la Orden, que fueron colocados durante la segunda mitad de ese siglo. Esta segunda fecha perfectamente nos podría estar indicando el momento aproximado de la colocación de los revestimientos del coro del convento de Nuestra Señora de Gracia, realizados en el taller de un maestro talaverano que por el momento permanece anónimo. Arrimadero junto al altar de San Agustín Este arrimadero se dispone a ambos lados del confesionario abierto en el muro que separa el coro bajo de la iglesia, junto a la anterior obra, también formado por azulejos planos pintados –de 14cm de lado-. El diseño principal representado es, una vez más, la copia del “florón principal” que en 1570 realizara el talaverano Juan Fernández para las dependencias privadas de Felipe II en el monasterio de El Escorial, en esta ocasión en su versión polícroma, rematado en las esquinas y en la parte inferior por los azulejos con la cadeneta de calabrote antes descritos. Además, en la parte superior del marco de la puerta del confesionario, se han colocado azulejos que presentan dos tipos decorativos que son una variación del mismo esquema: el primero con la punta de diamante inscrito en un marco con labores de “ferroneries” en azul y amarillo sobre fondo blanco, y el segundo con la misma punta de diamante, aunque en esta ocasión dentro de un marco mixtilíneo relleno con motivos vegetales, con la misma paleta de colores. Esta zona del coro también sufrió una profunda transformación, tras la decisión de ampliar el confesionario que utilizaba la comunidad y, al mismo tiempo, aislarlo colocando una puerta, obra que también se llevó a cabo durante el siglo pasado. Según se nos informó, los azulejos del florón ya ocupaban con anterioridad esa parte del muro, añadiéndose al conjunto otras piezas reaprovechadas con el fin de completar el arrimadero. El diseño escurialense se hizo tan popular que, al poco tiempo de su creación, comenzó a ser reproducido por todos los azulejeros que tras Juan Fernández trabajaron en Talavera de la Reina e, incluso, en otros grandes centros como fue Toledo, manteniéndose en el tiempo hasta f inales del siglo XVIII, aunque a partir de la siguiente centuria volvió a producirse llegando hasta la actualidad. En el caso del arrimadero del coro bajo del convento de Nuestra Señora de Gracia, aun sin tener ninguna referencia concreta, consideramos que su cronología podría acercarse a la de la anterior labor descrita. Altar de San Agustín En el muro del lado del Evangelio del coro se abre una capilla nicho aprovechando el pilar que sujeta la bóveda. En ella se encuentra una imagen a tamaño real de San Agustín en madera policromada, que se apoya sobre un pequeño altar a modo de grada decorado, al igual que el zócalo y peana de la capilla, con azulejos planos pintados en azul y blanco –de 14cm de lado-. Los azulejos reproducen una escena figurada que, a pesar de la evidente descolocación de las piezas, puede seguirse parcialmente. En el frontal del altar aparece el escudo de la orden agustina decorado con labores de “ferroneries”, borlas y guirnaldas vegetales sostenido por dos ángeles, representándose tras ellos un paisaje donde apareje un soldado con lanza, árboles y aves. Este paisaje de fondo tiene su continuidad en los laterales del altar, donde se distinguen otras figuras humanas a caballo y a pie, aves y una exuberante vegetación. En uno de los lados del zócalo se dibuja una gran corona que, posiblemente, estuviera rematando un escudo, mientras que en el otro se representa un tercer ángel apoyado sobre una rama y sujetando lo que parece ser la cartela de un nuevo escudo. Finalmente, en la peana se colocaron algunos azulejos pertenecientes a este frontal, completándose con piezas iguales a las ya descritas en los otros dos arrimaderos. Al respecto de estos azulejos, las hermanas nos dijeron que en origen se encontraban en el muro de los pies de la iglesia, decorando el zócalo de la reja que separa la clausura, siendo retirados en la década de 1960 tras comprobar que algunos feligreses y visitantes se los iban llevando. Además del manifiesto desorden y de la falta de un buen número de piezas, se observa cómo la cubierta vítrea en algunos de los azulejos a desaparecido parcialmente, producto de la humedad a la que estuvieron expuestos en su anterior ubicación. La obra destila un gran barroquismo dieciochesco: los personajes aparecen vestidos con ropajes de la época, mientras que algunos ángeles presentan estereotipados escorzos, además, los paisajes son abigarrados y están marcados por la exuberancia de la fauna y vegetación representadas. Cronológicamente este frontal tuvo que colocarse en la iglesia a partir de 1703, una vez reconstruida tras el incendio que arruinó su fábrica original. Aunque su autor permanece en el anonimato, tipológicamente su estilo es marcadamente talaverano, perteneciente a la llamada serie azul que se realizó, al mismo tiempo que las producciones polícromas y en los mismos talleres, hasta mediados del siglo XVIII (Pleguezuelo, 2002: 261-263). 

grupo.do

 Manuel Moratinos García

Estudio de la azulejería de las provincias de Ávila y Valladoli

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