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16 mar 2018

La utopía quiroguiana

La utopía quiroguiana 
Alma Gloria Chávez 
Jueves 15 de Marzo de 2018 

Un 14 de marzo de 1565 muere en territorio purépecha don Vasco de Quiroga, el primer obispo de Michoacán, a la edad aproximada de 95 años. Este ilustre y recordado personaje que acompañó a la Segunda Audiencia, quien obtuvo para los pobladores del antiguo Petatzécuaro la distinción de ser nombrados “ciudadanos”, nació en la Villa de Madrigal de las Altas Torres del Reino de Castilla, y desde recién llegó a tierras michoacanas realizó una incesante labor educativa entre los pobladores que sufrían las infamias y crueldades de los primeros colonizadores que continuaban con las prácticas heredadas de Nuño de Guzmán. De lo poco que se conoce de su vida antes de llegar a las Indias –como se nombraba a tierras americanas– se saca en claro que era de familia noble, originaria de Galicia; que estudió en la Universidad de Valladolid o Salamanca y que era abogado en cánones y funcionario de la Corte. Su espíritu humanista fue mostrado en 1525, cuando actuó como juez de Residencia en Orán, al norte de África, y posteriormente llevó las negociaciones de un tratado de paz con el rey de Tremecén; en ambos casos procedió como jurista respetuoso de los “derechos de pueblos infieles” pero no sometidos de hecho a príncipes cristianos y, por tanto, merecedores de un trato igualitario, según el “derecho de gentes”. Más adelante aplicaría estos principios a la relación con los indígenas americanos. Hacia 1529 llegaban ya a España los ecos de las crueldades y despotismo de la Primera Audiencia designada para gobernar al derrotado imperio azteca. Presidida por Nuño de Guzmán, había sido denunciada por los religiosos encargados de evangelizar las Indias, así como por colonos y conquistadores que también fueron afectados por sus desmanes. Se decidió entonces enviar un segundo gobierno de carácter menos brutal y uno de los elegidos para esta función fue el jurista Vasco de Quiroga. En 1531 llegó a la Nueva España. En 1535 fundó su primer pueblo-hospital de Santa Fe en los altos de Tacubaya, cuya intención era reunir a los indios “desparramados” por los campos, consecuencia del despojo y terror del nuevo orden, para organizar pueblos de vida armónica, terrenal y espiritual a un tiempo, donde la función hospitalaria se entendía en un sentido primigenio: hospitalidad para el extraño, acogida del menesteroso, lugar también de enseñanza y aprendizaje en entorno de vida comunal. Vasco Vázquez de Quiroga y Alonso de la Cárcel, mejor conocido como Tata Vasco, primer obispo de Michoacán. (Foto: Especial) En 1533 viajó como juez al territorio purépecha de Michoacán, donde, a partir de las quejas indígenas, a las que consideró plenas de razón jurídica, así como basado en su experiencia en México, fue madurando la realización de su proyecto que cristalizó en la fundación, en 1533, de su segundo pueblo-hospital en Santa Fe de la Laguna, a orillas del lago. Para 1535 don Vasco expuso en un extenso documento titulado “Información en Derecho”, una detallada exposición de su pensamiento sobre cuestiones tan debatidas en aquellos momentos, como la licitud de la esclavitud, la soberanía o dominio indígena o su controvertida humanidad. Y aprovechaba para explicar su proyecto utópico basado en la educación, puesto en marcha como solución a los males de la Conquista. Por esta apasionada defensa hecha a favor de los naturales, en 1538 fue nombrado por el Consejo de Indias obispo de Michoacán. Además de la fundación de los pueblos-hospitales, que fueron numerosos en la región, el licenciado Quiroga continuó con la mejora de la organización comunal, la edificación del Colegio de San Nicolás (el antecedente de los seminarios o escuelas de altos estudios) y el proyecto de una grandiosa Catedral que se pretendía fuera mayor que la de Sevilla, en España. A pesar de los enfrentamientos y pleitos no exentos de violencia con encomenderos, Vasco de Quiroga logró establecer y perdurar el proyecto de pueblos-hospitales, tal vez el que tuvo mejor acogida entre la población indígena, y siendo el que lo marcó definitivamente con el título de Educador de América. Su pensamiento filosófico y jurídico estuvo fundamentado en la ideología escolástica y en las corrientes políticas renacentistas, que más adelante se conocerían como “pensamiento utópico”. El sistema de trabajo en las comunidades era regido por la moderación, con una jornada de seis horas, y establecía la rotación entre familias urbanas dedicadas a los oficios y las rurales, al trabajo agrícola, así como la obligación para todos de aprender las tareas del campo. En el caso de la infancia, jugando, al estilo platónico. El ocio debía ser moderado, centrado en la celebración de las festividades cristianas costeadas por la comunidad. El lujo quedaba proscrito de esta vida ideal. Esta preocupación por recuperar y mantener algo de la antigua sociedad indígena fue una de sus constantes fuentes de conflicto ya que su proyecto chocaba con los intereses europeos, como hoy día el proyecto comunitario es enfrentado por intereses empresariales individualistas. La constante búsqueda educativa de Vasco de Quiroga se inspiró en principios humanistas, al lado de una pedagogía que favorecía el ambiente de sinceridad y una cierta libertad desde la cual pudieran florecer la inteligencia y la acción creativa entre los pueblos purépechas, quienes son actualmente los que aún conservan, tras una forzada individualización de la propiedad, una fuerte impronta comunal y una tradición de autogobierno en los que Tata Vasco continúa presente. Los pueblos identificados con la utopía educativa de Tata Vasco continúan en la búsqueda de ejercer el pleno derecho de alcanzar bienestar material y desarrollo espiritual, en condiciones de libertad, dignidad, igualdad de oportunidades y seguridad económica y social. Un gobernante sensible, que reconoce en nuestro pueblo el pensamiento educador de Vasco de Quiroga, hace algunos lustros afirmó: “Los artesanos michoacanos han sabido dar en la abundancia creativa de su trabajo el acento cultural que ratifica y proyecta el sentimiento y convicción colectivas, aspiraciones y compromisos que atan raíces, en el sustento de un oficio aprendido cada día. Razón de identidad y memoria, que en su trabajo nos hacen lugar para compartir su orgullo”. Este año conmemoramos el CDLIII Aniversario Luctuoso de Vasco de Quiroga, el soñador que posó su mirada en territorio purépecha, mostrando el sendero que nos puede conducir a Utopía.

Este texto ha sido publicado en el sitio Cambio de Michoacán, en la dirección http://cambiodemichoacan.com.mx/columna-nc39193
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