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25 ene 2014

Vasco de Quiroga, de camino a los altares


Vasco de Quiroga, de camino a los altares


De juez en España a obispo en Michoacán, una vida apasionante

Jaime Septién


  Uno de los grandes civilizadores de la Nueva España, lo que actualmente es México, lo fue, sin duda, don Vasco de Quiroga, “Tata” Vasco, como lo bautizaron y lo llamaron los indígenas purépechas de la región de Michoacán, en el Occidente de la actual República mexicana. Y “Tata” Vasco va camino a los altares.

La arquidiócesis de Morelia, Michoacán, encabezada por monseñor Alberto Suárez Inda, acaba de cerrar el proceso diocesano para la canonización de don Vasco, 449 años después de su muerte. El proceso diocesano del que fuera primer obispo de Michoacán, duró 17 años.

Monseñor Suárez Inda indicó que siguiente etapa quedará a cargo de la Congregación para las Causas de los Santos en Roma. “Pidamos a Dios nos conceda favores por su intercesión y la gracia de venerarlo un día en los altares”, señaló en un comunicado el prelado mexicano.

La petición de la reina a un súbdito

El día 2 de enero de 1530, Vasco de Quiroga --entonces un conocido y respetado juez de Valladolid, ciudad de Castilla la Vieja, en España-- recibió un recado sorprendente: una carta firmada, ni más ni menos que por la reina Isabel, esposa del emperador Carlos V.

La Reina Isabel le pedía a su “muy amado súbdito” que le hiciera un grande favor a su “Señor, Emperador y Rey”: que don Vasco aceptara el puesto de Oidor en la Segunda Audiencia de la Nueva España. No había tiempo que perder. Los demás funcionarios, nuevos oidores y nueva sangre para el virreinato, estaban a punto de zarpar desde Sevilla con destino a América, en uno de esos viajes en los que tardaban hasta tres meses en cruzar el océano Atlántico y desembarcar en Veracruz, punto de encuentro de todos los destinos de España y de sus colonias en El Caribe.

Pero, ¿a qué venía don Vasco a Nueva España? Él venía a formar parte de la Segunda Audiencia. Las audiencias estaban formadas por un grupo de cinco hombres de leyes, conocidos en España y nombrados por el rey para representarlo en los territorios recién conquistados. Las hubo en México, en Perú y en los otros reinos conquistados durante el siglo XVI.

Su misión era muy noble: se trataba de que miraran por el buen trato a los indígenas y porque se les diera educación, doctrina y trabajo. Otros negocios de la corona les eran encargados. Pero no siempre cumplieron lo uno o lo otro. Don Vasco sí. Fue un Oidor ejemplar. Luego, un obispo fuera de serie, al grado tal que hizo, en tierras michoacanas, realidad la “Utopía” de Santo Tomás Moro, al fundar pueblos-comunidades autosuficientes y con capacidad de formar una red de apoyo que todavía subsiste en Paracho, Quiroga, Tzintzuntzan, Santa Clara del Cobre y muchos otros del Estado de Michoacán.

Larga y provechosa vida

El gran Vasco de Quiroga, primer obispo de Michoacán y padre de los indígenas purépechas y tarascos, iba a dejar su cómoda posición de jurista, para internarse en el nuevo territorio recién conquistado por Hernán Cortés y sus ejércitos. Llegaría a México como un abogado humanista y terminaría sus días como obispo.

Seglar o sacerdote, Vasco de Quiroga, “Tata” (“Papá”) Vasco, para los indígenas, fue consagrado sacerdote a los 68 años y murió, en olor de santidad y de multitud, a los 95 años de su edad. No fue, por cierto, el único religioso longevo del siglo XVI en la Nueva España. Fray Bernardino de Sahagún –franciscano—murió a los 91 años de edad; fray Bartolomé de las Casas a los 92 años. El celo de estos frailes por los naturales de estas tierras fue, igualmente ejemplar. Quizá por ello vivieron tanto…

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