La asociación católica Enraizados conmemora este domingo 22 de abril la efeméride del nacimiento de Isabel «la Católica» con una serie de iniciativas culturales y religiosas. En esta fecha, a las 11:15 horas, en Madrid, José Javier Esparza impartirá la conferencia «Isabel la Católica, virtudes de una reina», en la Iglesia de las Calatravas de Madrid. Tras la conferencia, se celebrará una misa a las 12:30 horas, pidiendo la beatificación de Isabel «la Católica».

En esta misma línea, la asociación mantiene abierta una petición para pedir a la Santa Sede que culmine el proceso de beatificación de la Reina. Además, van a reeditar el libro «Isabel la Cruzada», de W.T.Walsh, en el que el autor estadounidense narra, de una forma muy amena, la vida de la Reina, mostrándonos sus virtudes.

Para promocionar todos estos actos, recordando las cualidades de la Monarca, Enraizados ha realizado varias entrevistas a expertos sobre Isabel «la Católica», a cargo de José Castro Velarde y María García, sobre aspectos claves en la vida de la Reina.

Tarsicio de Azcona (Azcona, Navarra, 1923) es un historiador español que ha centrado sus investigaciones en el reinado de Enrique IV de Castilla y los Reyes Católicos, y ha dedicado dos biografías a Isabel la Católica y Juana la Beltraneja. En 2011 fue nombrado académico de la Real Academia de la Historia.

Miguel Ángel Ladero Quesada (Valladolid, 1943) está considerado una autoridad en la Guerra de Granada y en el reinado de los Reyes Católicos. Es doctor honoris causa por la Universidad de Cádiz y Premio Nacional de Historia de España (1994 y 2004).

Fragmento de las entrevistas:
-¿Qué significó para Isabel su marido?

Tarsicio de Azcona: «Fue el autor y el inspirador del lema ‘tanto monta’ y ella fue verdadera discípula en cada asignatura de su marido».

¿Y el Cardenal Cisneros?

Tarsicio de Azcona: «Un franciscano observante cabal, confesor también de la Reina, reformador de los religiosos y del clero y del pueblo cristiano, y, sobre todo, una nota de estos últimos tiempos, transmisor pleno de los reinos de Castilla al Príncipe Carlos de Habsburgo».

Miguel Ángel Ladero Quesada: «Francisco Jiménez de Cisneros sucedió a Pedro González de Mendoza como arzobispo de Toledo y se convirtió en el principal ejecutor de la reforma eclesiástica, que se llevaba a cabo con mayor rapidez gracias a la actitud favorable del papa Alejandro VI».

¿Cuáles eran las principales virtudes de la Reina?

Miguel Ángel Ladero Quesada: «La autoestima de Isabel debió de ser alta, pero no tanto en lo personal como por respeto a la institución que encarnaba: tenía muy cerca los ejemplos desastrosos de su padre y de su hermanastro. Inspiraba a la vez afecto y temor. La genialidad de Isabel, en su acción de justicia y buen gobierno, consistió sencillamente en la solidez ideológica, en el trabajo político intenso, servido por buenos colaboradores, realizado con diligencia y perseverancia, eficaz y, a menudo, acertado. Cultivó las cuatro virtudes cardinales y, entre ellas, especialmente el sentido de la justicia, dentro del orden en que actuaba. De las teologales, no se puede dudar de su fe, expresada en los cauces de la devotio moderna, ni de una caridad que utilizaba los medios tradicionales de la limosna y la asistencia, aunque, a veces, se manifestaba en compasión espontánea. Pero destacó por poseer una esperanza intensa y perseverante, en lo político y en lo personal: parece que nunca la haya vencido el desánimo».

¿Por qué Isabel puede ser un ejemplo para las mujeres de hoy?

Tarsicio de Azcona: «No tanto por algunas virtudes concretas, sino por su compromiso macizo personal y por su coherencia total en aquella sociedad tan movediza, quizá tan movediza como la nuestra».

¿Y para los políticos actuales?

Tarsicio de Azcona: «Por haber colocado cada cosa en su sitio, como escribía Castiglione, el embajador: ‘Por su divina manera de gobernar sus reinos'».

Miguel Ángel Ladero Quesada: «En breve tiempo, apenas treinta años, y bajo el gobierno efectivo de la Reina, se acumuló una cantidad ingente de realizaciones políticas: el caso es único en la historia española e insólito en cualquier otra. La Reina tuvo siempre mucha tenacidad en la consecución de sus objetivos políticos. Así ocurrió con la conquista de Granada, que se comenzó por su “solicitud” y continuó hasta el fin. Distinguía claramente entre su responsabilidad, que era tomar decisiones como gobernante, y la necesidad de recibir consejo adecuado y tenerlo en cuenta. Tenía gran corazón, aunque, como buen político, habitualmente sabía disimular la ira».

¿Cuál fue la relación de Isabel con los Papas de la época, Sixto IV, Inocencio VIII y Alejandro VI?

Tarsicio de Azcona: «Punto delicado. No siempre fueron relaciones correctas, ni siquiera a veces fluidas. Por parte de los papas porque eran renacentistas con muchos claroscuros de sombras y de brillantez y por parte de ella por su recia concepción del Estado moderno, del poder y de la jurisdicción civil que no aguantaba en manos de eclesiásticos».

Miguel Ángel Ladero Quesada: «Las buenas relaciones con Roma eran un punto clave, especialmente bien conseguido en época de Rodrigo de Borja, valenciano, que fue papa con el nombre de Alejandro VI después de haber ejercido diversos cargos en la Curia romana; sin embargo, no escasearon las tensiones, debido a las pretensiones pontificias de intervenir en cuestiones de jurisdicción y rentas que, según la opinión de los reyes, debían resolverse en Castilla».

¿Por qué cree que se ha creado esa «leyenda negra» alrededor de ella?

Tarsicio de Azcona: «Tal vez sea dura mi respuesta, pero comprensible. Por su absolutismo católico de hecho. El corregidor de Medina del Campo en 1504, a raíz de su muerte, la acusó de haber robado al reino y tener como presos a los ciudadanos. De un juicio que le valió un proceso luego sobreseído».

¿Por qué Isabel expulsó a los judíos de España cuando se dice que aportaban beneficio económico al país?

Tarsicio de Azcona: «Los expulsó porque pienso que en su tiempo no cabían en un reino católico, por falta de fe teológica. Ellos no eran antisemitas, pero en sus pragmáticas apuntan muy claramente a la necesidad de la fe teológica en un país católico y no con otras religiones u otros credos de fe. Esa me parece que es una respuesta profunda y completa para su tiempo».

Miguel Ángel Ladero Quesada: «Las consecuencias económicas de la expulsión de los judíos parecen haber sido mucho menores de lo que se suponía antiguamente: significó una pérdida apreciable de población dedicada a los oficios artesanos, pequeño comercio, medicina, préstamo de dinero, arrendamiento y gestión de rentas reales y, a veces, de iglesias y nobles. Pero en estos terrenos eran ya más numerosos y activos los conversos de origen judío, aunque muchos de ellos padecieron a la Inquisición. La expulsión de unos y la condena de otros fueron, sobre todo, motivo de dolor y desgracia para quienes las padecieron. Puede hallarse cierta explicación sobre las causas y circunstancias que las provocaron, pero siempre habrá que lamentar el hecho mismo de que ocurrieran».

¿Qué significaban, para Isabel, los indígenas?

Tarsicio de Azcona: «No eran esclavos, eran personas libres y fue mandado devolverles a sus tierras. Hay testimonios fehacientes de este punto de vista. Creo que en este aspecto fue una verdadera mujer inspirada por el Espíritu».

Miguel Ángel Ladero Quesada: «La oscilación entre conquista-explotación y evangelización comenzó a partir del segundo viaje de Colón, en el otoño de 1493, y ya nunca cesó, aunque los Reyes Católicos no tuvieron conciencia de estar fundando un imperio en aquellas tierras, cuyo interés económico fue marginal, aunque creciente, hasta el tercer decenio del siglo XVI. Isabel apoyaba la evangelización porque era el fundamento de la concesión pontificia de 1493 y porque respondía a sus propias ideas, pero chocó con los intereses mercantiles de Colón y de los marinos y colonos castellanos que acudían a La Española (Santo Domingo), que fue la única isla parcialmente colonizada antes de 1504, o que hacían los primeros viajes para descubrir. Al cabo, los reyes retiraron a Colón sus poderes de gobierno, a causas de sus abusos, y establecieron en 1503 la Casa de la Contratación, en Sevilla, para controlar todo el comercio con las Indias. La reina prohibió capturar a los indios y venderlos como esclavos, envió los primeros frailes misioneros y, en su testamento, afirmó que los indígenas eran vasallos y naturales de sus reinos, esto es, súbditos suyos con los mismos títulos y derechos que los castellanos».