30 jun 2013

“Edades del Hombre” entre paisajes del norte de Ávila



“Edades del Hombre” entre paisajes del norte de Ávila


“Credo” (“yo creo”) es el lema de la exposición “Las Edades del Hombre”, que se inaugura el 21 de mayo y permanecerá abierta hasta finales de octubre. La sede elegida esta vez es Arévalo, capital de La Moraña: una comarca despejada, al norte de Ávila, donde crecen bien el trigo y la cebada, los garbanzos y los místicos. La exposición religiosa muestra unas 90 obras repartidas en tres templos de la localidad.


 Madrigal de las Altas Torres es la villa principal de la comarca de La Moraña occidental. .Ya el puro horizonte parece invitar al vuelo del pensamiento. La Moraña, tierra de moros, dicen. Llanuras de secano apenas tajadas por ríos fantasma que son auténticos wadis sarracenos, secos la mayor parte del tiempo. Cuadros de cereal, de legumbre, remolacha o girasol, y últimamente de placas solares que también miran al cielo con avidez. A veces distraen el paisaje manchas de pinar, oasis para los pájaros, lo mismo que las muchas lagunas esteparias, navas, lavajos y otros secretos humedales que aquí parecen un milagro.

Los milagros de la fe son la piel de esta tierra sin mucha tierra, donde pesa más el volumen del cielo. Aquí nació Juan de la Cruz, el poeta místico, puede que también Santa Teresa (en Gotarrendura, y no en Ávila capital, hay indicios), también la muy piadosa (y fanática) Isabel la Católica. Aquí se levantaron iglesias de tierra cocida con cierto aire morisco: el mudéjar de esta comarca es notable, y la devoción llenó los templos con buenos retablos y cerca de sesenta órganos ibéricos... de los cuales solo funcionan cuatro. El abandono o la maldita austeridad han hecho de la grandeza pasada una dolorosa estampa, no tanto en el paisaje como en los pueblos y construcciones de aluvión que lo afean, en una especie de realismo sucio nada literario.

La hemosa Plaza de la Villa

La cabecera comarcal es Arévalo, una de las ciudades históricas de Castilla que, pese al crecimiento y los desmanes, conserva mucho sabor. Aún retiene parte de las murallas y puertas que reforzaban su posición estratégica en un espolón rocoso orillado por los ríos Adaja y Arevalillo. Aquí vivieron su infancia y adolescencia Isabel de Castilla y su hermano Alfonso, junto a su madre viuda, Isabel de Portugal, y su abuela Isabel de Barcelos. Pero no fue en el castillo que ahora vemos sino en unas casas reales que había junto a la Puerta de Alcocer, en la actual plaza del Ayuntamiento; el palacio acabó convertido en convento, y así resistió hasta que lo demolieron por las bravas, pocos meses después de morir Franco. A dos pasos de ahí se encuentra una de las plazas castellanas más hermosas y mejor conservadas, la plaza de la Villa, rodeada de soportales sostenidos por toscas vigas de madera. Sus extremos lo ocupan dos iglesias que son sedes de la exposición Las Edades, junto con otra iglesia extramuros, la del Salvador. La de Santa María aloja pinturas murales en su ábside románico, y está adosada a la llamada Casa del Sexmo (que es un museo, ahora aprovechado para la muestra). La iglesia de San Martín, en el frente opuesto, conserva el pórtico románico y dos torres mudéjares que parecen casi gemelas; su interior es un espacio cultural ahora invadido por Las Edades.

Al sabor de la historia y del ladrillo mudéjar se suma otro, más contundente y jugoso: el del tostón o cochinillo asado, que tiene sello de calidad. Los figones y restaurantes locales han formado una asociación a la que se unen también algunas carnicerías y comercios. El horno de José María Martín, en la calle Santa María, sigue churrascando lechones para particulares, además de cocer un pan proverbial y otras gollerías locales, como las tortas de vedor.

A menos de seis leguas, Madrigal de las Altas Torres es la villa principal de La Moraña occidental. Vista desde el aire, dibuja perfectamente un anillo amurallado, con cuatro puertas en los puntos cardinales. Vista a pie de calle, da pena. Es triste decirlo, pero es así. Ojalá las autoridades, municipales y autonómicas, en lugar de enojarse se pongan a limpiar basureros, cuando menos. En la plaza del Cristo se alza el Palacio de Juan II, en una de cuyas alcobas nació Isabel la Católica. El edificio se convirtió en convento a la siguiente generación, cuando dos hijastras suyas (dote nupcial de Fernando el Católico), monjas y ya ancianas, pidieron al emperador Carlos que les cediera el edificio como convento. Allí siguen unas monjas, y son ellas las encargadas de mostrarlo y dar explicaciones; algo lamentable (y de nuevo, que nadie se enoje), habiendo gente mejor preparada y titulada en turismo que podría evitar el sonrojo ajeno que producen las guías-sorores.

Tierra de San Juan de la Cruz

Frente al palacio convento, el Hospital que mandó construir la primera esposa de Juan II. Este edificio, por fortuna, sí ha sido recuperado hace unos años por una escuela-taller (evaporada) y ahora alberga dependencias municipales, la oficina de turismo, una sala dedicada a don Vasco de Quiroga, que fue obispo de Michoacán, un aula de naturaleza y otra habitación en recuerdo de la reina Católica. Isabel fue bautizada en la iglesia de San Nicolás, cuya torre (¿antiguo alminar?) es como un faro visible desde muchas leguas a la redonda. La pila bautismal de Isabel se conserva, pero lo más sorprendente en ese templo son los artesonados mudéjares, soberbios, y dos sepulcros de alabastro junto al altar mayor. El primitivo retablo flamenco fue utilizado para el suelo del coro, y solo se han podido recuperar fragmentos. La iglesia de Santa María, enfrente, buen ejemplo del mudéjar morañego, está llena de grietas y goteras, vacía. Triste suerte, también, para el convento de Agustinos, extramuros, en el cual murió Fray Luis de León, y que es pura ruina.

Hacia el sur de la comarca se encuentra Fontiveros. Allí nació Juan de Yepes –San Juan de la Cruz– y en 1928 le plantaron en su plaza una estatua con una inscripción, bien grandota, que si se piensa fríamente puede sonar a blasfemia. Hay un convento de carmelitas, una iglesia con un órgano soberbio, en uso (se han hecho algunos conciertos), y hace menos de un año la Diputación levantó el Centro San Juan de la Cruz, que tiene de todo: auditorio, biblioteca, salas de exposición, posada, cafetería, piscina... Desde hace un par de lustros, en el mesón Juan de Yepes, María José Rodríguez sirve un cocido sanjuanero que puede ser paradigma del cocido morañego, a base de garbanzos locales o de Velayos, que son los más finos.

Observatorio de aves

En la Moraña oriental el paisaje se dulcifica, se arruga el relieve, se espesan los pinos y adquieren consistencia los humedales. En El Oso se encuentra el área llamada Las Lagunillas, con dos observatorios de aves; son comunes aquí la grulla, el ánsar, los patos cuchara y azulones; en la parte de secano, la avutarda es la estrella, nada fácil de ver, pese a su tamaño. Tras un concurso de ideas al que se presentaron proyectos muy llamativos, el Ayuntamiento está construyendo un gran centro de interpretación de las lagunas que se espera poder inaugurar al final del verano. Antes, tal vez, de que cierren Las Edades del Hombre.

http://viajar.elperiodico.com/destinos/europa/espana/castilla-y-leon/avila/edades-del-hombre-entre-paisajes-del-norte-de-avila

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